Amigos: si en la vieja Europa se adoró al Cristo, quiero que sepan que aquí se reverenció al Cristo Cósmico, a Quetzalcoatl. No es pues Quetzalcoatl un ídolo, como presumen de ello muchos súpercivilizados ignorantes. El drama de Nuestro Señor Quetzalcoatl es formidable, extraordinario, maravilloso; es el mismo drama de Jeshuá Ben Pandirá, es decir, es el mismo drama que Nuestro Señor el Cristo; bien podemos asegurar, en nombre de la verdad, que Quetzalcoatl es el Cristo... Si leemos cuidadosamente los viejos Códices, hallaremos riquísima información sobre Nuestro Señor Quetzalcoatl; se dice que “en una casa espléndida, en una ciudad maravillosa” (viva representación divinal del Paraíso), “un día cualquiera, dice la tradición alegórica o simbólica, mandó a llamar a su esposa”. “Ella concurrió al llamado, se extendió la ESTERA SAGRADA sobre el duro piso”. Y cuenta la leyenda de los siglos que “él se embriagó con vino”... No debe tomarse esto en sentido literal; realmente se trata de alegorizar el drama edénico, es decir, que comió de ese “fruto” que “Dios prohibiera comer”, y que “se encontraba en el centro del Edem” (el “Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal”); entonces “tuvo que abandonar la lejana Thule, la ciudad espléndida de la Luz, y vagó por todos los países del mundo, sufriendo terriblemente”... Nos viene a la memoria el momento en que Jehová se dirigiera a Adam y a Eva para decirles: “Vosotros pereceréis”, y ellos hubieron de salir del Edem para “trabajar y ganar el pan con el sudor de su frente”, y para “alumbrar a sus hijos con dolor”. Así también, Nuestro Señor Quetzalcoatl, vagando por todos los países del mundo, sufrió lo indecible, “arrojó sus joyas en un río sagrado” (escondió sus tesoros divinales), y “salió en busca de la TIERRA ROJA”... Sufrió mucho, y mirándose un día en el espejo, dijo: “¡He envejecido! “ Fue sometido a pruebas por los Magos Negros, pero él salió victorioso, y así, después de haber sufrido mucho, “llegó a la TIERRA ROJA”; entonces, dice la tradición, “pudo morir y resucitar”, “bajó a la región de los infiernos, el MICTLAN, para recobrar los huesos de sus antepasados “... Incuestionablemente, antes de subir es necesario bajar; a toda exaltación le precede siempre una espantosa y terrible humillación; Quetzalcoatl fue humillado antes de ser exaltado; decidió incinerarse, y de entre las cenizas resucitó para convertirse en el “LUCERO DE LA MAÑANA”. Recordemos nosotros aquélla frase del “Apocalipsis”: “Al que venciere, le daré el LUCERO DE LA MAÑANA”. Ese “LUCERO DE LA MAÑANA”, esa estrella maravillosa (Venus), realmente representa la fuerza maravillosa del Amor. Quetzalcoatl “resucitó de entre los muertos”, es decir, volvió a “Cristificarse”, surgió después de haber caído, pero se transformó; después de haber sufrido, convertido pues en un MAESTRO DE SAPIENCIA, se transformó en el “LUCERO DE LA MAÑANA”...
Quetzalcoatl es el Cristo Cósmico, el Cristo que bulle y palpita en todo lo que es, en todo lo que ha sido y en todo lo que será; en todas las ciudades de los distintos reinos del antiguo México, se rendía culto a Nuestro Señor Quetzalcoatl... Si nosotros visitamos a Yucatán, hallaremos en las duras piedras, todavía, la historia de la vida, muerte y resurrección de Nuestro Señor Quetzalcoatl; eso se debe a que los antiguos Nahuacs verdaderamente guerreros y sabios, conquistaron otras tierras, se expandieron hacia el Sur, llegaron al Yucatán, y expusieron su Doctrina en todos los lugares Centro-Americanos; ni siquiera los Mayas pudieron rechazar el grandioso culto a Nuestro Señor Quetzalcoatl.
Incuestionablemente, la religión Nahuatl es la misma religión Maya y Tolteca; ambas están impregnadas de tremenda Sabiduría Divinal. Quienes suponen, por ejemplo, que los Dioses de Anahuac, o los Dioses Toltecas, Zapotecas, etc., eran meramente “ídolos”, se hallan perfectamente equivocados; en nombre de la Verdad diremos que los Dioses de la antigua Tenochtitlan, no fueron jamás ídolos; los Nahuas no eran tan ignorantes como suponen los extranjeros que huyeron de Europa; en realidad de verdad, en la gran Tenochtitlan se rindió siempre culto a los Ángeles, a los Helohim. Quienes piensen que los Dioses de Anahuac eran simplemente “ídolos”, están totalmente equivocados; los Dioses de Anahuac son los mismos Ángeles del Cristianismo, los mismos Elohim de los hebreos; por ejemplo: el “Señor del Viento”, el Dios maravilloso que tanto fue adorado en los tiempos antiguos, era EHECATL, el “Señor del Movimiento Cósmico”. Todavía, hace poco tiempo, se realizó en Yucatán un gran Congreso de los Mayas; fue allí donde un discípulo de la Escuela del gran Dios EHECATL, manifestó a los Sacerdotes y a todos los grandes Iniciados Mayas, que él “quería el GRAN SALTO”, ya que “su ciencia magnífica, relacionada con el Movimiento Cósmico, en modo alguno podría ser entendida por esta Humanidad caduca y decadente del siglo veinte”. Pedía permiso para dar el GRAN SALTO, es decir, para meter el cuerpo físico dentro de la CUARTA VERTICAL, definitivamente y marcharse a otro planeta... Suplicó, se postró en tierra, ante todos lloró. La congregación le concedió el permiso; en presencia de todos metió el cuerpo dentro de la CUARTA VERTICAL, con procedimientos esotéricos que la gente ésta “supercivil izada”, ignora totalmente; ahora ese gran Maestro vive en otro planeta...
Lo que estamos diciendo aquí, estoy seguro que no podrá ser entendido por aquellos que están embotellados dentro de los dogmas científicos, y dentro de aquella geometría tri-dimensional de Euclides. Pero los Mayas nada tiene que ver con todas nuestras jergas cientificistas; ellos conservan viejas tradiciones milenarias, viven en ellas, y nadie podría hacerles cambiar de ideas. Y aunque parezca increíble lo que voy a manifestar aquí, ante este honorable auditorio que me escucha, todavía en Yucatán existe una ciudad Jinas; en ella moran gentes del antiguo Mayab, en ella viven, conservando aún su ciencia, estudiando sus TABLILLAS SIDERALES, haciendo sus cálculos de tipo matemático; estamos seguros de que los famosos “super-civilizados” de esta época, jamás darán con esa gran ciudad Maya. Así, pues, el México antiguo tuvo una cultura que ni remotamente sospechan las gentes de esta época...
Conferencia dictada por el Maestro Samael Aun Weor.
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sábado, 27 de diciembre de 2008
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